La cocina es mi rincón preferido; el alma y el calor de mi hogar. No importa si mi vida o mis circunstancias han cambiado. Alrededor de mi mesa con sus platos hondos y llanos estarán mis seres queridos y con ellos mi corazón. Una buena cocina está llena de amor. Lo que sé, me lo enseñó alguien que amó mucho y amó bien. Un hombre esencialmente bueno que cocinaba de maravilla, mi padre. Por él, por mis hijos y por esos otros amores que llenan mi día a día, vivo y cocino.

lunes, 10 de octubre de 2011

RECETA SIN RECETA

Tendréis que perdonarme; la receta de hoy no tiene receta y no es porque no la haya que la hay, es que no me dejan publicarla. Secreto de familia que se dice. Tan de familia, tan de familia, que mi madre no se la quiso dar a una de sus primas.
El de hoy, es un bizcocho que hacia ella; la recuerdo perfectamente trabajando la masa a mano (ese es uno de sus secretos, todo a mano) y lo hacia para las ocasiones especiales. Cuando quería tener un detalle especial con alguien especial hacía el bizcocho y todas sus hijas lo hemos llevado como presente a nuestros respectivos suegros.
Nos enseñó a hacerlo y aunque es trabajoso, merece, realmente, la pena.
Por un momento pensé que habíamos perdido la receta, pero hace poco mi hermana Susana me la recordó y por eso me animé. Es de esos sabores que se recuerdan y se añoran.
Tampoco  puedo decir los orígenes de esta receta porque los desconozco ¿mi abuela? ¿la bisabuela? Ni idea.
Su textura es muy muy peculiar ya que está hecho con harina de maíz (lo único que puedo decir) y su sabor es muy delicado y agradable. 
Realmente es un pequeño homenaje a una mujer especial con la que no me entendí demasiado, pero a la que con el paso del tiempo y la distancia (ya ha fallecido) he podido llegar a vislumbrar.
Un besiño mamá



Mi madre con sus hermanas, ella es la más chiquitina.


He aquí el resultado. Solo me queda deciros que os invito a casa para que lo podáis probar.