La cocina es mi rincón preferido; el alma y el calor de mi hogar. No importa si mi vida o mis circunstancias han cambiado. Alrededor de mi mesa con sus platos hondos y llanos estarán mis seres queridos y con ellos mi corazón. Una buena cocina está llena de amor. Lo que sé, me lo enseñó alguien que amó mucho y amó bien. Un hombre esencialmente bueno que cocinaba de maravilla, mi padre. Por él, por mis hijos y por esos otros amores que llenan mi día a día, vivo y cocino.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

¡¡¡VALE!!!

Que si!! Que ya lo se!! Que no hace falta repetirlo!! No estoy vaga, literalmente hablando. Es falta de inspiración y entusiasmo. Cocinar, cocino porque hay que comer. Hay platos que hago con asiduidad y, de tan simples, no los tengo en cuenta. Este fin de semana, por ejemplo, he hecho un Lomo de Cerdo al Horno que estaba riquísimo y ni una fotito se ha merecido el pobre ¿Y los calamares guisados? Esos estilo Raxó que están estupendos y sabrosos, pues tampoco.
Me he liado en una especie de indolencia que me tiene anestesiada y no hay nada que hacer. Para colmo, me persigue Pepito Grillo y me grita, que no susurra, al oído: "Tienes que estudiar,  no te va a dar tiempo, que la Historia Moderna es mucho y estás atontada". No me hago la sorda, si eso es lo que pensáis, pero me busco las excusas perfectas: "Tengo que pasar la aspiradora, hay que sacar a la perra, voy a preparar la comida de mañana, nadie ha comprado el pan ¡a la tienda!, me devora la ropa para planchar y hay que poner una lavadora". Es evidente que no me sobra el tiempo o, más bien, que no distribuyo bien mi tiempo. Si encuentro el hueco para sentarme y echar un vistazo a la lección correspondiente, bastan 10 minutos para que empiece a dar cabezadas sobre el libro ¡Es horrible! Me desespero y no encuentro una solución satisfactoria.  Y así vamos, a tirones, a empujones, con menos ganas que más, en busca del entusiasmo perdido como quien buscaba el arca perdida, pero sin el mismo éxito.
Menos mal que tengo un par de cosillas guardadas que pueden sacarme de un apuro. Mientras tanto, me voy dando unos cuantos pescozones a ver si me despierto del letargo del oso cavernario.

Este dulce era para el reto Todo con Chocolate de Velocidad Cuchara, pero no me pareció que estuviese a la altura y me rajé (la historia de siempre). 
La receta salió de un librito que me regalo mi suegra unas navidades. Todas son puro chocolate. Busqué la más sencilla por eso de no liarme y acabar yo en el horno cubierta del ingrediente estrella.
El resultado (era la primera vez) no fue malo, pero es mejorable. La foto también es mejorable. Resultado: Necesita mejorar. De todas formas, no duraron ni un suspiro, menos mal que tengo unos fans incondicionales en mi casa y que el chocolate es una pasión como otra cualquiera.
Sin más dilación

RUEDAS DE CHOCOLATE

Ingredientes:

300 gr de harina
150 gr de mantequilla
50 gr de azúcar
100 gr de chocolate amargo rallado
Mermelada de frambuesa (o la que más te guste) 

Preparación:

Precalentar el horno 180º arriba y abajo.
Tamizar la harina en un bol y añadir el resto de los ingredientes. Mezclar hasta conseguir una pasta y amasar hasta que esté lisa. Formar un rollo y cortar porciones de 4 cm. Cubrir una bandeja de horno con papel sulfurizado y colocar las ruedas no muy juntas para que no se peguen. Hornear 12 ó 15 minutos o hasta que estén cocidas. Enfriar en una rejilla. Cuando estén listas poner, sobre cada una de ellas, una buena cucharada de mermelada.

Aviso.- Su textura es como la de los polvorones y la mermelada matiza la sequedad de la masa.
Ya he hecho las mejoras que considero oportunas, pero todo es relativo y se puede añadir algo más de azúcar para los más golosos o más chocolate para los más adictos, siempre teniendo en cuenta el resto de cantidades.


Es fácil, rápida y están muy ricas.