La cocina es mi rincón preferido; el alma y el calor de mi hogar. No importa si mi vida o mis circunstancias han cambiado. Alrededor de mi mesa con sus platos hondos y llanos estarán mis seres queridos y con ellos mi corazón. Una buena cocina está llena de amor. Lo que sé, me lo enseñó alguien que amó mucho y amó bien. Un hombre esencialmente bueno que cocinaba de maravilla, mi padre. Por él, por mis hijos y por esos otros amores que llenan mi día a día, vivo y cocino.

viernes, 17 de febrero de 2012

EL ABANDONO

Después de haber leído el comentario maligno de mi amiga Lucky sobre mi ensalada de gulas, mi estado de animo está a la altura del subsuelo.  ¿Podéis creer que mi maravillosa ensalada de la noche de fin de año parece comida para zombis? No se si podré recuperarme de tan horrible sensación. Menos mal que puedo dar fe de lo buena que estaba aunque su aspecto, según algunas mentes calenturientas, sea raro. Esto, querida mía, no me motiva en absoluto y tengo este rincón más abandonado que un perro en una cuneta (mala gente la que abandona animales).
Estoy venga a darle vueltas a varias cosas. Una de ellas y que me persigue como la voz de mi conciencia, es cambiarle el nombre al blog. Encontrar algo más personal, más mio, más ¿único? Hay muchos blogs con nombres parecidos que suenan de una manera similar y el mio es uno de ellos. Ya se que soy muy doña puñetitas, pero le doy a todo más vueltas que un molino y cuando las cosas no me acaban de convencer, no me acaban de convencer.
Cuando abrí el blog, lo hice (lo confieso) impulsivamente. Soy mujer de impulsos, de momentos, de prontos. Pues eso.. que lo hice y punto. Estas ideas hay que pensarlas, meditarlas, sopesarlas, madurarlas y estudiarlas. Tener todo atado y bien atado. Es como cuando tienes una casa y quieres hacer mejoras. Siempre me pasa lo mismo; decido, hago y, luego, me arrepiento. No es porque no sean necesarias, que lo son, es que habría que haberlas hecho mejor, más pensadas, más prácticas.
Pues esto es lo mismo. Así que admito sugerencias de todo tipo, forma, manera y color. Un nombre que me identifique, que sea muy yo y que se recuerde cuando se vea. Fácil ¿verdad? Pues andando que ya estáis tardando.
Hoy la receta es de las de frío negro. Nos quejábamos porque no acababa de llegar el tiempo de los gorros, guantes y bufandas, de las sopas y sopitas, de la comida de cuchara que hace que te quites algunas prendas de ropa del calor que te entra mientras comes ¡Pues nada! Ya llegó el invierno y menudo invierno. Con esos ventorrales que se van a llevar la casa volando y, para colmo, a mi de paso. Días de chimenea a todas horas porque no consigues calentar la casa solo con la calefacción; días de tazones humeantes, pan caliente y olor a canela; días de hielo y escarcha; días en que reniegas de tener perro porque hay que asomar la nariz fuera de casa; días de edredón, sofá y televisión o libro o peli... días... cielo azul y frío intenso.

FABADA

Ingredientes:

Una buenas fabes (1/2 kilo)
Un paquete de compango.- chorizo, morcilla, tocino y lacón o jamón
Sal
Cebolla
Laurel
2 dientes de ajo

Preparación:

Poner las fabes a remojo, el día antes, en agua fría. Al día siguiente se escurren bien y se echan en una cazuela grande acompañadas de una cebolla pelada y cortada en dos mitades, los dos dientes de ajo pelados, un par de hojas de laurel y una arenita de sal. Se añade agua fría hasta cubrirlas y se ponen a cocer, fuego medio. Cuando rompe el hervor, se añade un poco de agua para cortar el hervor (así hasta tres veces). Después de haber roto el hervor la tercera vez, baja el fuego para que vayan haciendo "chup, chup" lentamente. Hay que tener en cuenta que  se ira formando una espuma en la superficie que hay que quitar según aparece. Una hora después se añade el tocino y el lacón o jamón. El tiempo de cocción es según el tipo de judía. Las hay que necesitan más y otras menos. Se nota enseguida, pero si no se está seguro, se pueden pinchar para ver si están tiernas. Estas estuvieron cociendo alrededor de 3 horas. Los chorizos y la morcilla se añaden 3/4 de hora antes de terminar la cocción. Siempre a fuego lento o, en caso, de vitroceramica a una temperatura entre 4-5.
Servir bien caliente, con un buen trozo de pan de hogaza y un vino tinto que quite el sentido.